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jueves, 21 de julio de 2011

Nadie toque al UNGIDO.....Dante Guebel


La autoridad de un líder cristiano es saludable cuando va acompañada de una genuina humildad. Pero cuando se convierte en poder y ese poder es usado para dominar a las personas, se ha ingresado en un terreno muy peligroso asi lo afirma Dante Gebel, en esta nota sin desperdicio.
Dante Gebel
Conferencista, Orador y Pastor de la iglesia Hispana de la Catedral de Cristal
Es altamente seductor para nuestro ego cuando luego de predicar o realizar un evento en el que fuimos efectivos, cosechamos los aplausos o las felicitaciones de las personas que fueron afectadas positivamente. El peligro es cuando nuestro ministerio comienza a tomar tal magnitud que nos coloca en un sitial inalcanzable donde nadie jamás volverá a atreverse a criticarnos o a disentir, porque somos “los siervos de Dios” con el teléfono rojo del cielo, recibiendo órdenes directas del Padre que son incuestionables para el resto y no están sujetas a ningún tipo de debate o discusión, ni siquiera por nuestro entorno más íntimo, (que a estas alturas, posiblemente sean nuestros empleados y no estén dispuestos a poner sus puestos de trabajo en peligro haciéndonos ver nuestros errores).
Lo realmente trágico es que la soberbia está a un escalón de la autoridad, y en ocasiones los líderes suelen transformarse en personas intransigentes que ya no están dispuestos a escuchar los consejos de nadie.
Lo realmente trágico es que la soberbia está a un escalón de la autoridad...
Muchas personas cuando piensan en el liderazgo, erróneamente piensan en términos de poder. Voltaire supo decir: “La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano”.
Recuerdo que hace muchos años salió a la luz pública la doble moral de un popular predicador y resultó que la mayoría de sus colaboradores y empleados lo sabían desde hacía años. Cuando un periodista le preguntó a su asistente personal acerca del porqué de su silencio cómplice, sonrió a cámara y respondió: “Es que nadie quería matar a la gallina de los huevos de oro”; en otras palabras, todos sabían del pecado de su líder pero el conflicto de intereses y la necesidad de “mantener el ministerio” para así cobrar el salario fueron la mezcla exacta para permanecer callados.
En otras ocasiones no se trata necesariamente de pecados ocultos a los que haya que denunciar, pero el líder comienza a manejarse con una impunidad similar a la de algunos dictadores que han aparecido a lo largo de la historia en nuestros países latinos, solo que en vez de la nación, manejan su ministerio totalmente a su capricho y antojo, sin rendir cuentas absolutamente a nadie, ya que nadie puede estar por encima de él.
Y si otros colegas, pastores o apóstoles quisieran intervenir de algún modo, se resuelve de manera expeditiva subiendo al nivel de “obispo” que comparado con el catolicismo es casi una posición papal donde accede a la infalibilidad en todo lo que haga o diga y sus decisiones son incuestionables para cualquier otro mortal.
"La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano". Voltaire
Es obvio que creo en la sujeción pastoral y estoy convencido que no hay otra manera de crecer saludablemente en todos los órdenes de la vida espiritual si no es bajo autoridad. Pero una cosa es la autoridad espiritual delegada por el Señor, a quienes respetamos y honramos y otra muy distinta cuando esa autoridad linda con la manipulación o la soberbia que emerge de la vanidad. Por cierto, el término “vanidad” aparece 75 veces en la Biblia. Se utiliza como un adjetivo de la naturaleza humana; pasajera, mortal, perecedera y débil.
Me viene a la mente la escena final de la película “El abogado del diablo” con Al Pacino, quien interpreta al mismo Lucifer. Cuando parece que su víctima ha logrado escapar de sus tentaciones, el se las ingenia para volverlo a seducir, y mirando a cámara dice con una sonrisa y un guiño de ojos: Vanidad...definitivamente mi pecado favorito”.
El diario de Yrigoyen
Ninguno de nosotros está exento de caer en el gravísimo error de convertirnos en predicólicos y eventualmente en dictadores de nuestro propio territorio. El manejo del poder, el hecho de saber que miles de personas estarían dispuestos a hacer lo que digamos, sumado a tener resuelto el problema financiero de manera holgada, puede nublar la visión de algunos hombres de Dios que comenzaron humildemente, pidiendo la asistencia y la guía del Señor durante los primeros pasos ministeriales.
Cuando nos toca estar frente a un público que ovaciona cada declaración, celebra cada revelación y nos hace sentir infalibles, necesitamos estar extremadamente conectados al Espíritu Santo y fundamentalmente estar rodeado de personas que puedan aconsejarnos, apuntalarnos y hasta llegado el caso, estén autorizados para darnos un tirón de orejas; (lógicamente los empleados no cuentan por razones obvias)
Cuando manejamos cierto grado de poder, tenemos la tendencia de escuchar solo aquello que nos agrada y nos volvemos selectivos, aún con nuestro propio entorno o pares. Cuántas veces hemos oído la frase: “Al pastor no le lleven malas noticias, solo palabras que lo bendigan, porque necesita estar concentrado?”. El tema es que si está concentrado todo el día, cuándo tendrá tiempo para pastorear y ver la realidad de las situaciones de sus ovejas?
Cuando manejamos cierto grado de poder, tenemos la tendencia de escuchar solo aquello que nos agrada...
En Argentina ocurrió un hecho muy particular durante el segundo mandato de un Presidente llamado Hipólito Yrigoyen, allá por el año 1930. Como el mandatario había dado órdenes expresas que no le dieran malas noticias, sus colaboradores decidieron imprimirle un periódico ficticio de un solo ejemplar en el que el presidente solo pudiera leer buenas noticias. Allí lo colmaban de halagos y desde los titulares hasta las letras pequeñas hablaban de lo extraordinario de su gestión. Cientos de periodistas subvencionados por el estado trabajaban todos los días para imprimir un solo periódico que cada mañana se ocupaban de colocarle junto a su desayuno. Obviamente aquella información no correspondía a la realidad, por el contrario, el país estaba en llamas, la economía colapsaba, pero el presidente no se daba por enterado porque leía “un periódico diferente” al resto de la población.
Mi equipo sabe que si ven algo que está saliendo de su tendencia habitual, quiero saberlo a los pocos días u horas de que esto suceda. Y lo mismo si alguien nota que estoy saliéndome de la visión o estoy teniendo actitudes déspotas, groseras o que estoy irritable, doy gracias a Dios que siempre hay un equipo (que no están ganando un salario conmigo) que pueden llamarme y decirme: “Dante, notamos que algo está mal en ti, no sabemos que es, pero nos tiene preocupados”. No hay otra manera de evitar la soberbia en el ministerio, no podemos pasar por el Reino sin rendir cuentas a nadie o decir: “Yo solo respondo al Señor y a mi familia”.
Por esa misma razón, cuando la gente que me rodea me dice: “Todo está bien, todo anda sobre ruedas”, yo suelo mirarlos a los ojos y decirles: “No me estás haciendo el diario de Yrigoyen, verdad?”, y en ocasiones comienzan a sonreír, cierran la puerta de la oficina y me cuentan lo que realmente está sucediendo.
A veces pienso cuantos líderes actuales, en el caso de encontrarse con un Natán que los confronta cara a cara, si acaso no lo echarían llevados en andas por los ujieres o los de seguridad alegando que se atrevió a juzgar la integridad del pastor. Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a reaccionar como el Rey David y gritar: “Señor, no quites de mi tu Santo Espíritu!”.
“El día que dejes de escuchar a otros, comenzarás a morir en tu propia necedad”
David sabía las consecuencias de perder la unción, había sido testigo preferencial de la caída de Saúl, había presenciado en primera fila como un ungido puede terminar endemoniado y atormentado por espíritus del infierno y llegar a frecuentar a una espiritista esperando obtener una palabra de aliento para su futuro. Y por ello es que David, aún en medio de su vida por momentos errática, supo mantener la sencillez de su corazón.
Y una aclaración necesaria: este no es un patrimonio exclusivo de las iglesias grandes o ministerios que cuentan con más flujo de dinero, necesariamente. Hemos conocido muchos líderes de iglesias pequeñas que se manejan con la inmunidad de un diplomático gubernamental.
Una vez un Pastor amigo que ya está con el Señor me dijo: “El día que dejes de escuchar a otros, comenzarás a morir en tu propia necedad”, y no es otra cosa que casi la paráfrasis del popular proverbio: “En la multitud de los consejeros está la sabiduría”.
No te quedes solo, no te aísles. Estés al frente de treinta jóvenes o le prediques a cien mil en un estadio. Rodéate de gente más espiritual que tú mismo. Siéntate a los pies de los que más saben solo para escucharlos hablar. No dejes de leer y aprender de las experiencias de otros. Escucha los sermones de alguien más.
Ahora que estás en el llano, toma lista de lo que nunca harías y contrata a alguien que te lo recuerde cuando estés en las grandes ligas.
No te quedes solo, no te aísles. Rodéate de gente más espiritual que tú mismo.
Y por sobre todas las cosas, cuídate de alguien muy peligroso y destructivo que ya ha demostrado que no es confiable y ha hecho fracasar a muchos consiervos. No lo escuches, no permitas que te critique ni te que halague, no tienes buenas referencias suyas para que puedas dignarte a oírlo.
No, no hablaba del diablo. ¡Cuídate de ti mismo!
Nota de la redacción: Este artículo es un resumen de un capítulo del libro titulado “Asuntos Internos” editado por Editorial Vida que saldrá a la venta próximamente. Agradecemos al autor por concedernos el permiso de presentar este anticipo a nuestros lectores